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Cómo recuperarse de un fracaso
La doctrina dominante en materia de liderazgo en los últimos años ha dedicado tan poco tiempo a hablar de por qué se fracasa y cómo asumirlo. En este artículo compartimos algunos “reglas” que pueden contribuir a capitalizar los tropezones y fracasos en una energía que te impulsa.
Lo primero que se debe explicar es que un fracaso o caída en la vida personal o en la carrera profesional puede deberse a la propia responsabilidad o a factores exógenos que no puede controlar. El significado que finalmente tenga para cada persona será diferente como también diversa serán las percepciones (reacciones) que genere en personas de su entorno familiar y laboral o incluso terceras personas.
¿Cuándo considera que ha fracasado? Cuando no llega al logro esperado o también a cumplir objetivos, que incluso a veces pueden significar una parte esencial en la historia de su vida. Puede ser el fracaso por no haber podido llevar adelante un determinado proyecto, como poner en marcha un negocio, o quizás más en el plano personal, haber dedicado una década a un libro que no ha visto culminado como obra. Es más, aborrece pensar en su libro inacabado una y otra vez. Cuando un fracaso realmente importante produce ese “crack” en su vida personal y profesional se debe a que todo su corazón y su alma estaban implicados en un proyecto que finalmente no se llevó a cabo, o en una relación que finalmente no pudo ser o en un proyecto que quedó sólo en un sueño, resultará difícil evitar que usted mismo no se atormente y además se castigue por ello. No se perdonará a sí mismo.
Las 7 reglas
Algunas reglas que pueden resultar de interés son:
1) Quejarse más de dos veces es malo. “Ya me quejé dos veces…puedo entonces dejar de quejarme y seguir con mis tareas y planes”. Esto debería ser la actitud que tendría que asumir cualquier persona que quiera salir del fracaso (del estado mental) e intentar nuevamente ponerse de pie y en marcha. Está claro que cuando sus esfuerzos no dieron los resultados esperados, usted que es un cúmulo de sentimientos (como cualquier otra persona racional) y sus actos pretéritos no han salido bien, le desconciertan y perturban. Asimismo, cada segundo que usted utilice para “relamerse las heridas” acerca de cuáles han sido las circunstancias que se dieron para que las cosas hayan ido mal, lo único que está logrando es construir un “monumento” (una escultura de piedra) al fracaso. Quéjese una o dos veces, no más, y después levántese de ese estado de anemia psíquica que le atormenta. Como decía Ramón Llull, filósofo y escritor en lengua catalana, del siglo XIII, “a gran necesidad, gran diligencia”.
2) “Yo soy el responsable” (o asumir la cuota de responsabilidad que le corresponde). La responsabilidad puede ser propia o de terceros pero nunca estaremos exentos de tener parte de responsabilidad en un fracaso. Pudo haberse debido al mercado, la competencia, los clientes, la economía o cualquier otro factor externo que no hubiera podido controlar. La cuestión es tener la capacidad, no solamente de asumir la parte de culpa, sino de ser honestos y ver cuánta responsabilidad de nuestra parte hay en el fracaso. Una persona equilibrada y con firmeza de carácter, no le afectará que en su vida laboral se acostumbre a asumir plenamente sus responsabilidades. Decía Winston Churchill, político inglés del S. XX: “el precio de la grandeza es la responsabilidad”.
3) Cuidado, nunca diga “no supe ver lo que se me venía encima”. No es para nada extraordinario cuando el responsable de un fracaso asume de manera tibia su culpa, afirmando que no fue lo suficientemente inteligente, ni se percató de los cambios que tenía que hacer para adaptarse a las circunstancias. Si empieza a echar las culpas a una cantidad de elementos que están fuera de su control como responsables del fracaso y destino actual por el que atraviesa su negocio y su vida, lo único que va a lograr es que ésta (su vida entera) crea que se debió a mala suerte y al azar. Pero debe aceptar la responsabilidad, grabársela a fuego y vivir con ella. Franz Grillparzer, dramaturgo austriaco del S. XIX, decía: “hay un remedio para las culpas, reconocerlas”.
4) Levántese y sienta orgullo, no pena. Es solamente cuando se asume toda la responsabilidad sobre el fracaso que se sentirá con fuerza física y anímica (fuerza moral) para darse un respiro. Siempre y cuando recuerde que no hay mejor cosa que ser consciente de que puso todo su esfuerzo para conseguir lo que finalmente no pudo. Aunque igualmente está bien sentirse orgulloso de que ha hecho lo máximo que podía. Decía John Churton Collins, crítico literario inglés del S. XIX: “aunque el orgullo no es una virtud, es padre de muchas virtudes”.
5) No brinde por su fracaso, sino por un nuevo intento por lograr la meta. Esta es la parte más difícil, pero probablemente la más importante. Lo primero que hay que considerar es que es imposible de tener un fracaso importante si no se ha estado intentando algo también destacado. Estuvo haciendo algo que hace el 99% de la gente: soñar con algo grande. Efectivamente pudo ser algo grande pero no se logró, pero el gran perdedor de la partida no es la persona que juega y fracasa, sino aquella que jamás se atreve arriesgarse por nada. Intente, sencillamente, fracasar mejor la próxima vez.
6) Dese a sí mismo un feedback positivo. Como un ejercicio, párese un momento detrás de su propia escena (como si fuera el apuntador de un teatro) y hágase las siguientes preguntas:
¿Qué fue lo que hice que sí ha funcionado?
¿Qué ha sido en cambio lo que no funcionó?
¿Qué debería haber hecho de manera diferente?
Finalmente, y realmente importante, pregúntese: “¿qué es lo que no tuve en cuenta para nada?”.
7) Comprométase consigo mismo. Ahora es tiempo de poner el fracaso en la estantería detrás suyo. Ya ha sucedido, es pasado, y ha aprendido todo lo que podía extraer de esta experiencia. La única cuestión ahora es si podrá reunir otra vez la fuerza emocional y moral para intentarlo nuevamente.
¿Para qué sirve la experiencia del fracaso?
Las experiencias se fundamentan en el desarrollo de una idea o proyecto. Y el ensayo/error es una técnica tan válida como estas reglas. Sin embargo, servirse de las experiencias de otros es sin duda una de las características más destacables de los grandes líderes. Ellos convierten en experiencias propias las experiencias ajenas. Eso no quiere decir que estén siempre pensando cómo mejorar sus funciones, lo cual les permite avanzar sobre los fracasos de otros que anteriormente lo intentaron. Teniendo en cuenta que existirán siempre imponderables (lo que puede llamarse azar o designio divino), lo cierto y verdad es que el fracaso formará parte ineludible de la experiencia humana, cual ensayo de laboratorio que sale mal. Si se desalienta por un fracaso saque sus propias conclusiones.
Los líderes de organizaciones tienen absoluta diligencia y no “mastican” su fracaso (ni su éxito) más de unos instantes. Ellas/os tienen otros objetivos, que a veces parecen no tener límite, cuales son la constante evolución, lo que incluye sin duda éxitos y fracasos.
Autores:
José Luis Zunni: Experto en Management y formador de directivos y profesionales en las técnicas de liderazgo.
Eduardo Rebollada: Co-autor con José Luis Zunni de más de 100 artículos de Management y liderazgo.
Fuente: Escuela Europea de Negocios
Artículo recuperado de internet