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¿Usted es victima o protagonista?
Reaccionar no está ni bien ni mal, según el doctor Daniel Sidelski. Sin embargo, esto nos saca de foco y genera resultados muy poco efectivos. Desde esta lógica uno no tiene nada que ver con los problemas; todas sus dificultades, desgracias y mala suerte son culpa de alguien que no hizo lo que debía
La cultura occidental se halla anclada en tres paradigmas básicos: tener razón, objetividad -esto es que hay una única verdad- y deber ser. Para la víctima lo más importante para ser exitoso en la vida consiste en tener razón. ¿Se imagina cuánta energía desperdiciada en innumerables oportunidades sólo para ganar una conversación? Ser víctima significa preferir ser inocente a ser efectivo. No asumir la responsabilidad de nuestros actos, encontrar siempre un culpable por lo que nos pasa. El problema es que es una actitud totalmente inconsciente, porque si le preguntamos a alguien qué prefiere, seguramente nos dirá que prefiere ser efectivo.
Para la víctima, ser objetivo significa que hay una única verdad, no considera que existe la posibilidad de que otra propuesta también pueda ser útil para lo que se quiere lograr. Lo que en el fondo manifiesta es: Yo te voy a decir cómo son las cosas; tomá nota, porque esto es así y si vos pensás algo diferente es porque estás equivocado y encima no te das cuenta . La consecuencia inevitable de esta manera de ver el mundo es que transformamos nuestras discrepancias en agresiones, y, por consiguiente, se torna muy difícil trabajar en grupo o convivir armónicamente.
En cuanto al deber ser, la víctima está firmemente instalada en la creencia de que las demás personas, y los acontecimientos, deberían comportarse de esa única verdad que sólo ella puede ver. Que el mundo cambie para estar mejor; el mundo, no nosotros.
Para el protagonista, más importante que tener razón es ser efectivo. Y ser efectivo es conseguir lo que se está buscando. Cree que existen tantas verdades como
personas, y cuando está en una conversación en la que otra persona opina diferente evalúa si algo de lo que el otro dice puede resultar de utilidad para su vida. Como consecuencia, transforma las diferencias en oportunidades para crecer y profundizar las relaciones, contribuye a crear un clima de encuentro y colabora en vez de confrontar.
El protagonista vive el deber ser, como un querer ser. En cambio la víctima se niega a elegir, trata de parecerse lo más posible a un modelo impuesto. El protagonista, por su parte, se pregunta: ¿cómo quiero ser yo? Se reinventa, piensa que puede ser distinto. Toma contacto con sus valores y tiene presente en su conciencia qué es importante y esto pasa a ser su norte.
Autor: Sidelsky, Daniel. Médico psiquiatra y coach
Artículo recuperado de internet.