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Hay que saber quejarse
«Nunca debe el hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pues esto no le servirá de nada. En cambio, en su poder está siempre mejorarlos»
Thomas Carlyle
Quejarse es la expresión verbal de insatisfacción con el fin de encontrar un remedio a aquello que nos desagrada. Estoy seguro de que conoces a alguien que se queja para desahogarse, que repite la misma historia trágica o de insatisfacción a una y otra persona con el fin de deshacerse de la frustración. Es posible que tú mismo lo hayas hecho: tu jefe o un cliente no te trató con respeto, así que de inmediato llamas a tu mejor amigo y le cuentas cómo te sientes, para después repetir la historia con tu prima y luego con tu compañero de trabajo.
Y sí, en cierta medida logras liberarte, sacarlo del pecho, pero no de la cabeza. También es cierto que cada vez que cuentas el terrible suceso, vuelves a vivir el desagrado, frustración y enojo de cuando tuviste la desagradable experiencia.
Como ya lo habrás descubierto, este tipo de queja no es del todo útil, ya que sólo sirve como «desahogo» y no tiene un carácter propositivo, hacia el cambio y la solución, que tendría que ser el fin último de una queja. En general, rumiamos, renegamos, maldecimos y protestamos con las personas equivocadas. Bien sabemos que lo único que podemos obtener de descargar nuestra ira, vergüenza o tristeza es, en el mejor de los casos, un oído empático y algo de alivio. Pero no resolvemos, que debería ser el propósito de quejarnos.
¿Por qué no confrontamos?
La razón principal es el temor. Temor a enfrentar una situación que, como lo concebimos en nuestras mentes, podría resultar desagradable o tomarnos demasiado tiempo. Además, damos por hecho que no obtendremos lo que deseamos: una respuesta positiva por parte del otro. Y por si esto fuera poco, también tememos provocar conflictos o mayores discusiones y enojo. Es por esto que preferimos llamar a nuestro mejor amigo para descargar nuestra impotencia sobre su oreja. Pero insisto, en realidad no solucionamos nada, la frustración y el enojo seguirán estando allí, debajo de la piel y en nuestras cabezas.
¿Cuáles son las implicaciones emocionales?
Impotencia, frustración, ira reprimida y percepción de que estamos siendo victimizados. Cuando vivimos de manera repetida este tipo de situaciones y sólo nos quejamos para encontrar alivio, como usualmente sucede, acumulamos estrés, impotencia y resentimiento que tienen un impacto sobre nuestro estado de ánimo y la autoestima. La ira reprimida puede ocasionar estados depresivos; la impotencia y frustración, irritabilidad. El no expresar el enojo, la tristeza y el resentimiento reduce nuestra autoestima porque en el fondo sentimos que no merecemos defender lo que nos corresponde, ya sea respeto o atención.
Por otra parte, cuando expresamos nuestro sentir de manera apropiada con miras a encontrar una solución, podemos obtener resultados increíbles. Piensa en una ocasión en que expresaste tu insatisfacción y obtuviste una respuesta positiva, con tu jefe, pareja, hijos, o con el mesero que te trajo la sopa fría. Recuerda la sensación de empoderamiento que tuviste ante tu acción. Muchos de mis pacientes me reportan la satisfacción sentida y el estado de ánimo elevado a raíz de simplemente expresar una queja de manera asertiva. Todo lo contrario a cuando sólo se quejan y no arreglan las cosas con la persona adecuada. Cuando se trata de una relación cercana, como con la pareja, el efecto de expresarse y resolver una situación es maravilloso: no sólo evita el resentimiento, sino que también refuerza la relación.
Un método de expresión asertiva
Hay quienes no expresan sus quejas a la persona a quien deben ir dirigidas porque no saben hacerlo. El experto en el tema, Guy Winch, propone un método para enfrentar situaciones quejosas de manera efectiva, que he adaptado a partir de mi experiencia con pacientes en psicoterapia:
- Antes de comunicar tu desagrado, es vital que tengas claro qué deseas obtener de la conversación. Nunca hagas una aclaración sin dirección, sin saber qué quieres conseguir, porque entonces será inútil. ¿Cómo vas a saber que tuviste éxito? Para algunos expresarse es suficiente, para otros bastará con recibir una disculpa y una promesa de que no se repetirá. En cualquier caso, me parece que con comunicar tu sentir, independientemente de la respuesta obtenida, estará más que bien.
- Aborda una queja a la vez para mantener el foco de atención y no abrumar a tu escucha.
- Asegúrate de que serás escuchado, por lo que es una buena idea comenzar con una afirmación positiva, para que el otro «abra las orejas». Un ejemplo, podría ser resaltar algo positivo de la relación o de la persona. De esta forma, evitas que se ponga a la defensiva. Es importante utilizar un tono tranquilo y las palabras apropiadas. Recuerda que quieres llegar a un arreglo, no sólo desahogarte. Si confrontar es especialmente difícil para ti, quizás debas ensayar frente al espejo o con un amigo antes de la confrontación.
- Al expresar la queja, te sugiero concentrarte primero en lo evidente, por ejemplo, «el lunes, cuando te hice una pregunta en el pasillo, me contestaste a gritos». Se trata de exponer los hechos, no de hacer una acusación o crítica, así que pon atención a tu tono de voz. Este debe ser sereno. A continuación dile cómo te sentiste: «no me gustó que lo hicieras y me sentí agredida». Comunícale cómo te gustaría que actuara: «me gustaría que me contestaras de manera respetuosa, porque yo así lo hago contigo». De ser prudente, hazle una propuesta para arreglar la situación: «¿qué te parece si ?».
Al final de la conversación, haz una afirmación positiva, como un agradecimiento por escucharte. Esto puede servir para que la persona esté motivada a cooperar.
Autor: Victor Jimenez. Psicólogo del área clínica por la UNAM, con Maestría en Psicoterapia Gestalt por la Universidad Gestalt de América.
Fuente: El Universal
Articulo recuperado de internet
http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle17252.html