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La soledad de los jefes
Ser jefe está bien… o a lo mejor no tanto. Por regla general, cobra más dinero, toma las decisiones que quiere y no depende de nadie. Pero –en el otro lado de la balanza– el ejercicio del poder suele, generalmente, llevar implícita también la pesada carga de la soledad.¿Qué hacer para evitarla?
Si no estás preparada para asumir la soledad, mejor te dedicas a otro trabajo, en el que otras personas decidan por ti. Cuando asumes el reto de crear o dirigir una empresa, sabes perfectamente que el propio cargo conlleva esa posición”, afirma Mª Angeles Tejada, consejera delegada de Grupo Select, empresa de trabajo temporal.
A su juicio, esa ‘soledad del poder’ está muy relacionada con la responsabilidad del cargo que se asume: “En el fondo, dirigir consiste en tomar decisiones. Las personas tememos equivocarnos, fracasar o ser rechazados; mientras no te comprometes en algo no pasa nada, pero cuando expresas una opinión eres prisionero de la decisión que has adoptado. Por eso a los jóvenes les cuesta tanto tomar decisiones y asumir el riesgo”.
Prevenir antes de que sea demasiado tarde La ‘soledad del poder’ es una realidad. Y las situaciones o escenarios en los que se puede encontrar son muchos, unos más anecdóticos –que pueden superarse con mayor o menor dificultad– y otros que pueden llegar a convertirse en un importante problema si no son manejados con mucha habilidad y a tiempo. ¿Qué jefe no se ha sentido alguna vez desplazado o ignorado cuando al acercarse, por ejemplo, a la máquina del café, sus subordinados bajan el tono de voz o cambian de conversación? O cuando toma una decisión que puede afectar a los empleados, ¿quién no ha tenido la sensación de cargar con una enorme piedra sobre su espalda? O cuando se siente en la obligación de dejar de lado sus preocupaciones personales para no mostrar posibles puntos débiles que le hagan vulnerable frente a terceros. O cuando plantea si es conveniente o no tener amigos dentro del equipo que dirige. O cuando… Estos son sólo algunos de los muchos supuestos que analizamos en este reportaje. Y con ayuda de varios expertos consultados, sugerimos cómo prevenir y afrontar esas situaciones para mitigar esa soledad o borrarla definitivamente de nuestra lista de preocupaciones.
1. Desconfianza
Un buen jefe debe inspirar cierta confianza, pero también tiene que saber guardar muy bien determinadas distancias. Por eso, uno de los principales síntomas de la soledad del poder es la desconfianza que puede llegar a inspirar entre algunos empleados. Miquel Bonet, consejero de Select, lo explica con una anécdota: “Un amigo que trabajaba en una empresa de muebles me decía que, desde que había sido promocionado a encargado, nadie le pedía que parase un ratopara fumar un cigarrillo”.
Propuesta: José Manuel Casado, socio de Human Perfomance de Accenture, cree quedirigir tiene muchos privilegios, pero también muchas servidumbres. Una de ellas es la necesidad de ganarte la confianza de la gente a tu cargo. “Éste es un requisito imprescindible para que los colaboradores tengan un compromiso real con lo que hacen”. Sin embargo, Bonet apunta un obstáculo a veces insalvable: la creencia extendida de que “un jefe nunca es un igual a los demás; los subordinados siempre se marcan una distancia con el que toma las decisiones.
Por ejemplo, de una forma inconsciente pensamos que no se puede intimar mucho con quien tiene la decisión sobre nuestro salario. Esto es inevitable, aunque no debemos dejar que la distancia entre el jefe y el empleado se haga excesiva”.¿La solución? Según Tejada, si pese a todo no puedes transmitir un nivel aceptable de confianza, puedes compensar esta soledad con una vida emocional y personal rica.
2. Aislamiento
Este es otro de los principales síntomas de la soledad inherente al poder. En el día a día se presentan muchas situaciones fácilmente reconocibles. Por ejemplo, cuando convocas una reunión y los empleados asistentes se sitúan alejados de ti o evitan sentarse a tu lado. También percibirás esa actitud o sensación cuando encuentras con tus subordinados, por ejemplo, en la máquina del café o en otras dependencias informales y, a tu paso, se hace el silencio, cambian de conversación o directamente te dejan al margen del grupito.
Propuesta: Miquel Bonet aconseja a los jefes que intenten no aislarse de los empleados y, fundamentalmente, de su equipo más directo: “Si lo haces, impedirás que éstos te conozcan y, en la práctica, nadie apoya con entusiasmo a quien no conoce”.
De todas formas, José Manuel Casado señala que es cierto que muchos directivos puedan sentirse aislados en demasiadas ocasiones, pero puntualiza que esto les pasa sólo a los malos directivos: “A aquellos que a lo largo de su actividad diaria se encargan de dejar bien patente que el que manda en la empresa o en el departamento en cuestión es él”.
A este tipo de directivos o empresarios, José Manuel Casado les recuerda lo que dijo el italiano Nicolás Maquiavelo: “Para hacer grandes cosas no hace falta ser un genio. No ha de estar por encima de los hombres, sino entre ellos”.
3. Sin amigos
Algunas amistades se han roto cuando alguien promociona y se convierte en jefe de su amigo. Y otras, cuando uno se hace muy amigo del jefe. ¿Es conveniente tener amigos en la empresa? Unos expertos afirman que normalmente el jefe no tiene amigos.
Incluso, apuntan que cuando hay feeling con una persona, con la que el directivo tiene una comunicación fluida, no tardan en tacharla de pelota.
Propuesta: Hay expertos que defienden que la empresa no está para hacer amigos, al tiempo que no dudan que a nadie beneficia una mala relación con su jefe. Tejada comenta: “Debes conocer a tus empleados e interesarte por sus vidas y no esperar a que ellos se acerquen a ti”. Según Casado, un directivo debe y necesita, como cualquier ser humano, tener amigos y sentirse querido y apreciado.
“Sin embargo, es preferible que no estén en la propia empresa. Tomar decisiones es siempre emocional, pero es más racional cuanto menos afectos entran en juego”.
Este experto asegura que es positivo tener buenas relaciones en la empresa, pero duda que la amistad, “si no es entre pares o iguales”, sea buena en la empresa.
4. El dilema de decidir sobre las personas
Cuando los cambios afectan a las personas, es indudable que las decisiones se hacen más difíciles. Bonet recuerda que un alto directivo y empresario le confesaba que nada le producía tanta soledad como el hecho de despedir a alguien con el que había trabajado cierto tiempo. “Aunque tengas razón, te sientes un miserable, una especie de verdugo”. Esta es la soledad auténtica, según Bonet.
Propuesta: Si cualquier decisión de un directivo debe ser muy meditada, la que afecta directamente a una persona debe serlo más. Para Tejada, los valores son lo más importante de una persona. Por eso, “tu conducta debe responder a tus valores”. Recomienda que hagas cada día un repaso mental sobre las decisiones adoptadas. Casado aconseja, “antes de decidir, poseer la suficiente información que garantice que es la mejor alternativa”.
5. Resistencia al cambio
La incertidumbre ante los cambios hace que muchas personas prefieran que las cosas sigan igual en todo momento. Por eso, no son pocos los directivos que se encuentran demasiado solos cuando tienen que introducir cambios estructurales, organizativos o de cualquier otro tipo en el negocio.
Propuesta: A muy pocos les gustan los cambios, porque nos acostumbramos a una posición de relativa comodidad. Es necesario escuchar, como aconseja Tejada, a todo el mundo y explicarles la necesidad y los beneficios de los cambios que se van a introducir, aunque el jefe sea el que decida en solitario en última instancia. Para Casado, la resistencia al cambio es un proceso consustancial al ser humano: “Siempre que hay cambios, aunque sean positivos, provocarán resistencia, porque lo primero que se genera es cierta inseguridad”.
6. Necesito desahogarme y no puedo
Necesitamos desahogarnos en el trabajo de vez en cuando. Por ejemplo, cuando la vida profesional choca con la personal o cuando nos invaden muchos problemas que debemos resolver (algunos colaboradores creen que el jefe no tiene problemas personales). A algunos directivos les resulta complicado mostrar su indignación o su agobio, porque entienden que desvelan sus puntos débiles y son vulnerables.
Propuesta: Tejada considera que no debemos ser prisioneros de la ira, la debilidad o la flaqueza. Y recomienda “no quejarse, y menos frente a los que depende de ti”. Además, apunta que es conveniente rodearse de gente ‘positiva’, así como frecuentar círculos de personas con responsabilidades similares, con el fin de conocer cómo afrontan sus problemas y sentirse estimulado por sus casos.
Casado asegura que todos necesitamos un escape,más necesario cuanta más presión se tiene. Cada directivo debe buscar un entretenimiento que le permita olvidarse, de cuando en cuando, de sus preocupaciones. “Es un ejercicio obligado para conseguir una adecuada higiene mental. Cada uno debe encontrar el suyo”.
7. El directivo que sabía demasiado
La imposibilidad de compartir determinadas informaciones con otros empleados puede convertirse, en cierta medida, en una fuente de incomprensión y, por tanto, de soledad. No son pocas las ocasiones en que los miembros de un consejo de administración se preguntan por qué el presidente ha tomado una decisión concreta cuando todos los informes y opiniones se manifestaban en contra. Posiblemente, el presidente disponía de cierta información, que no conocían los demás miembros. A veces, el jefe se ve obligado a adoptar una decisión basada en informaciones que sólo él, o muy poca gente, conoce.
Propuesta: Tejada aconseja en estos casos que, antes de que tus colaboradores te hagan propuestas, es mejor procurar saber las soluciones a los posibles problemas que te puedan plantear. Por otra parte, Casado recomienda a los directivos huir de lo que se conoce como ‘parálisis por el análisis’: “Porque intentar tener toda, absolutamente toda la información, es, además de ineficaz, imposible”. En su opinión, una de las cosas que beneficiaría a todos los directivos es entender mejor cómo se produce la toma de decisiones.
8. El jefe siempre es criticado
Unas veces por tomar determinadas decisiones, otras por no adoptarlas y otras por las consecuencias de sus decisiones. Según los expertos, cuando se acierta en una decisión, o simplemente se hacen bien las cosas, “no es fácil recibir el reconocimiento de la gente que diriges. Si lo haces bien, es lo normal e incluso el mérito es del equipo. Y si te equivocas, es tu problema, porque los demás, se supone que hacen lo que les dices”.
Propuesta: Para Casado, los jefes deberían aceptar más la crítica constructiva, porque sólo de ella proviene la mejora. “Hay demasiados directivos que, creyéndose tocados por la mano de la divinidad, se sienten equivocadamente en posesión de una única verdad y no aceptan ninguna otra interpretación de los hechos”. Este experto destaca que muchos jefes suelen estar obsesionados con saber y controlar todo lo que pasa a su alrededor, “y son los únicos que parecen estar en posesión de la verdad, de su verdad. Y cuando un colaborador les aporta algo o se atreve a corregirles, no oyen lo que les están contando, sino lo que ellos quieren oír”.
Por su parte, Tejada recomienda a los jefes no aislarse ante estas críticas. “Es importante tener en cuenta que al jefe se le critica siempre por sistema”, por lo que tiene que asumir determinadas situaciones sin darles más importancia de la debida.
9. El sentido del riesgo
El liderazgo se consigue, fundamentalmente, con actitud y aprendizaje a través de la experiencia. Sin embargo, la experiencia profesional se cuaja con errores. Si no te equivocas nunca, es que no te arriesgas lo suficiente. Pero, en ocasiones, uno se siente muy sólo cuando arriesga demasiado.
Propuesta: Según Bonet, es fácil decir que el error forma parte del éxito, porque inspira innovación, crea oportunidades y se puede aprender de él. “Pero el sentimiento de decidir y/o ser culpable, sólo lo tiene el que decide”. Por eso, el directivo debe saber convivir con la soledad. Tejada afirma que “si no estás dispuesto a asumir riesgos, no vales para dirigir”.
Para minimizar errores, los expertos aconsejan que “cuando tomes decisiones difíciles, procura dormir bien la noche anterior y, para resolver cualquier problema, obsérvalo desde lejos y solo”. Casado asegura que tomar riegos controlados es una tarea fundamental de cualquier directivo. “Sólo arriesgando un poco se puede innovar y cambiar las cosas. Las decisiones conservadoras, como su nombre indica, conservan, y las que son un poco más arriesgadas, transforman y modifican el statu quo”.
10. Estimular la iniciativa
La creatividad y la iniciativa no siempre están a la orden del día. Cuando surge un imprevisto, algo que no está en el método a aplicar, “notas que todos te miran a ti y nadie habla, ni da ideas, a no ser que se la pidas directamente a alguien”. Esta falta de iniciativa suele ocurrir porque se espera que sea el jefe el que aporte siempre las ideas y tome las decisiones.
Propuesta: Tejada aconseja rodearse de un equipo autónomo en su trabajo y poco dependiente. Así, tendrán más capacidad de actuación y mayor iniciativa. Por su parte, la recomendación de Casado es que “si queremos que nuestros colaboradores tengan iniciativa, debemos animarles a participar, buscar foros y tener procedimientos que les fomenten la proposición de ideas y, lo que es más importante, transigir con el error”.
Este experto asegura que “si lo haces así y tienes un sistema de reconocimiento establecido, este problema no existirá”.
Fuente: emprededores.es
Autor: Javier Labiano
Articulo recuperado de internet