Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Emoción y comunicación
“Toda conducta humana puede pensarse como una forma de comunicación con dos componentes distintivos: los contenidos lingüísticos y el aspecto relacional”, señala la Dra. Valeria Guaira en este trabajo de investigación que profundiza en el aspecto relacional considerado como el transporte emocional de la comunicación.
En los últimos años, ha habido una revolución en el estudio de la emoción. Nuestras emociones -amor, miedo, enojo, deseo- le dan color y significado a la vida. Son indispensables cualquiera sea el objetivo que tengamos para nuestra vida. El desarreglo emocional lleva a un dolor vital profundo y al sentimiento de incapacidad en muchas enfermedades mentales.
Toda conducta humana puede pensarse como una forma de comunicación con dos componentes distintivos: los contenidos lingüísticos y el aspecto relacional. Los aspectos lingüísticos hacen referencia al significado de lo que se comunica mientras que el aspecto relacional hace referencia a la manera en que esa comunicación se emite y puede ser considerado como el transporte emocional de la comunicación. Sobre estos aspectos emocionales se tratará de profundizar en el presente trabajo.
Para el logro de la eficacia comunicativa es necesario poseer lo que diversos autores han denominado competencia emocional, que se refiere a la capacidad de cumplir con eficacia objetivos adaptativos en situaciones de excitación emocional [35].
Entre las competencias emocionales necesarias para el funcionamiento adaptativo, se encuentran la capacidad para percibir las emociones con precisión, la capacidad de usar la emoción para facilitar el pensamiento, así como la comprensión y el manejo emocional [1]. Saarni [35] ha enumerado una serie de habilidades de la competencia emocional:
-Capacidad para darse cuenta del estado emocional, incluyendo la posibilidad de ser concientes de que se están experimentando múltiples emociones simultáneas, así como, darse cuenta de que es posible no ser conciente de algunos sentimientos debido a dinámicas inconscientes o a inatención selectiva.
-Habilidad para discernir las emociones de otros, basándose en la situación y las pistas expresivas que tienen cierto grado de consenso cultural en relación a su significado emocional.
-Habilidad para usar el vocabulario y expresión de la emoción comúnmente disponibles en la (sub)cultura de uno.
-Capacidad para la comprensión empática de las experiencias emocionales de otro.
-Habilidad para darse cuenta de que el estado emocional interno puede no corresponderse con la expresión externa, tanto en uno mismo como en los demás así como la habilidad para entender que la conducta emocional que se expresa puede tener impacto en otro y tenerlo en cuenta en el desarrollo de las estrategias de presentación frente a los demás.
-Capacidad para afrontar adaptativamente las emociones aversivas o displacenteras usando estrategias de auto- regulación que disminuyan la intensidad o la duración temporal de esos estados emocionales (por ejemplo, la resistencia al estrés).
-Capacidad para darse cuenta de que la estructura o naturaleza de las relaciones está definida en gran parte por la forma en que se comunican las emociones dentro de la relación, como por ejemplo el grado de inmediatez emocional o la autenticidad en la exhibición emocional, así como el grado reciprocidad y simetría emocional dentro de la relación; así, la intimidad madura está en parte definida por la capacidad de compartir mutua y recíprocamente emociones genuinas, mientras que en una relación padre- hijo puede haber asimetría cuando se comparten emociones genuinas.
-Capacidad de autoeficacia emocional, por la cual la persona se ve a sí mismo sintiendo emocionalmente como desea. La autoeficacia emocional significa que uno acepta su experiencia emocional, tanto única y excéntrica como culturalmente aceptada y que esta aceptación está alineada con las creencias del individuo acerca de lo que es el balance emocional deseable; en esencia, el individuo que demuestra autoeficacia emocional vive de acuerdo a una teoría personal y al propio sentido moral.
La adquisición de las competencias emocionales adecuadas, se manifiesta en la capacidad para expresar, controlar y regular la emoción. La expresión emocional ajustada es aquella que coordina los distintos canales de comunicación emocional (verbal, conductual, facial y vocal) para trasmitir una emoción dada. El control emocional está en relación a la inhibición o postergación de la respuesta emocional impulsiva. La regulación emocional consiste en poner en práctica estrategias comportamentales, cognitivas, atencionales y fisiológicas para eliminar, mantener o cambiar la experiencia emocional, para adecuar la emoción al momento y contexto adecuado para expresar dicha emoción. Estos tres aspectos de la comunicación emocional deben funcionar armónicamente para que la emoción cumpla con su función adaptativa [8].
Cabe tener en cuenta que hasta el momento, la mayor parte de los trabajos de investigación e intervención en educación emocional y social han ido dirigidos a niños y jóvenes, por la importancia esencial de estas etapas evolutivas en la consolidación de las estructuras de funcionamiento neuropsicológico y social, así como en la prevención de problemas psicológicos futuros. Se han realizado estudios [28,9] que sugieren que los niños aprenden a regular las emociones dentro de la familia y que repiten este estilo de regulación emocional en sus relaciones interpersonales fuera de la familia. Es por ello que resulta fundamental conocer no sólo cómo se van adquiriendo estos procesos a lo largo del desarrollo, sino también cómo se dan en aquellos adultos que interactúan con un niño.
Igualmente, hay que considerar que las personas adultas podrían beneficiarse de programas de intervención, ya que éstos suponen una oportunidad tanto para aprender competencias que nunca llegaron a adquirirse por diferentes razones, como para potenciar o mejorar competencias adquiridas pero no desarrolladas adecuadamente [23]. Esta propuesta cobra particular importancia si se tiene en cuenta que durante la etapa adulta se producen múltiples cambios a nivel neurofisiológico, neurocognitivo y social. Por ello, es importante que la persona cuente con recursos para prevenir algunos de estos cambios y prepararse para afrontar o adaptarse a la mayoría de ellos. Diversos estudios han encontrado cambios en aspectos emocionales, tales como la optimización del afecto y la complejidad del mismo, la intensidad emocional o el uso de diferentes estrategias de regulación emocional [23].
Si bien se están realizando cada vez más trabajos a nivel mundial en relación a las emociones, muchos de los mismos se están trabajando con neuroimágenes. Dado la dificultad para poder llevar a cabo este tipo de estudios en Argentina es que se pensó construir una prueba psicométrica que permita hacer inferencias acerca del funcionamiento tanto conductual como neurocognitivo del adulto, y establecer relaciones entre las emociones y otras funciones cognitivas que hacen a la conducta adaptativa de la persona frente a distintas situaciones. Esta modalidad hace posible evaluar el modo de funcionamiento emocional, sin con ello pretender suplantar otras evaluaciones diagnósticas, sino complementarlas.